EL SILENCIO DE LOS BORREGOS

Esta semana han pasado dos cosas importantes, televisivamente hablando.

La primera es que Javier Sardá, el que fuera en otro tiempo uno de los mejores instrumentos vocales que ha parido nuestro espectro radiofónico, que después se convirtiera en un aborrecible monstruo televisivo acompañado por una troupe de enanos y bufones, entre los cuales se incluye un señor que cree ser escritor –a pesar de haber ganado un 'premio planeta'– cuando lo único que hace bien es, a saber, bajarse los pantalones y ejercer de vocero gritón. Pues bien, ese señor Sardá ha vuelto. Y con él, además de algunos de sus bufones, se ha traído a esa rara especie de Señora Jekyll presentadora del engendro Gran Hermano y que ejerce, ya de Señora Hyde, como periodista de uno de los escasos programas denuncia de nuestra pequeña pantalla. En su estreno, como no, recibió a nuestro particular Doctor House, es decir, un producto brutalmente sincero que responde al nombre de Risto Mejide; a la ex-ministra más divertida pero a la que nadie, ni ella misma, parece entender; y a una jovencísima actriz, intérprete de otro engendro llamado "Sin tetas no hay paraíso" protagonizado por un aspirante insulso a Don Vito adolescente, voz incluida. Y con esto, de nuevo, llegó, vio y triunfó. Al menos a su manera. Pero no convenció.

El segundo acontecimiento televisivo han sido los dos fundidos a negro protagonizados por Telemadrid (que serán 3 el 2 de mayo), merced a la huelga convocada y secundada por sus trabajadores, debido a la lamentable y manipuladora situación que padece desde hace más de 6 años la cadena autonómica. El diario El País, en su edición del domingo, en una inusual e inocente presagio metafórico anunciaba para esa noche (la del domingo 19) el estreno de "El silencio de los corderos". La realidad, como siempre, superóa la ficción: fue el silencio de los borregos, de los asnos, e incluso de los cerdos. Toda la granja de Orwell silenciada. Tal que así:

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