El "Cousteau" de los Osos Grizzly

Grizzly man es el título de la última película del director alemán Werner Herzog. En ella, Herzog retrata el carácter y los últimos días de Timothy Treadwell, un singular, romántico y, sobre todo, esperpéntico ecologista, cuya fantasía era convertirse en el Cousteau de los osos grizzly. La realidad, la de la una naturaleza implacable, acabó con el sueño ingenuo y tonto de esta especie de Pocholo, cuyo final trágico (él y su novia murieron a manos de un viejo oso grizzly en octubre de 2003) describe Herzog sin ningún atisbo de morbo. Treadwell, cuentan sus amigos y familiares, intentó convertirse en actor famoso, y de hecho a punto estuvo de conseguirlo si hacemos caso a su padre, quien asegura en la película que Timothy quedó en segundo lugar para conseguir el papel que finalmente se llevaría Woody Harrelson en la serie "Cheers". Éste y muchos otros fracasos (su vida sentimental, por ejemplo, que Herzog elude por falta de material y testimonios) le acercaron tanto al alcohol y a las drogas como a la muerte.
Durante una excursión a Canadá, Treadwell encontró una fuente para librarse de sus fantasmas y al mismo tiempo alcanzar la fama. En otras palabras: una razón para vivir. La defensa de los osos grizzly de la Reserva Natural de Katmai, en Alaska, se convirtió desde 1989 en su obsesión. Creo una organización, Grizzly People, dio clases gratuitas en Institutos para concienciar a los jóvenes americanos, visitó los programas de televisión y recorrió el país entero intentando explicar su causa. Pero eso que él llamaba enajenadamente “la amistad” de “sus” osos, no es para Herzog más que la indiferencia total y absoluta de un animal que únicamente busca satisfacer sus instintos primarios: comer y reproducirse. La perdición de este hombre (que diría Paz Aliciagarcíadiego) fue su incapacidaz para comprenderlo. Eso y la confianza de vivir entre ellos durante más de 10 veranos sin haber sufrido ni una sóla agresión. Para Herzog, fue más suerte que pericia de ecologista.

No podemos obviar que a lo largo de su carrera, Herzog se ha interesado siempre por personajes que, alejados de la sociedad y sus reglas, se arriesgan, bordeando muchas veces la locura y la muerte, con tal de sublimar sus aspiraciones personales. En este sentido, el Treadwell del documental, ese tipo que insiste de forma enfermiza que moriría por los osos (un peligroso deseo), nos recuerda a los protagonistas de Fitzcarraldo (1982) o de Aguirre, la cólera de Dios (1972). La voz de Herzog, en este y otros documentales, es fundamental para entender al individuo. Él autor le comprende, le quiere y así nos lo transmite. Pero deja muy claro cuál es su punto de vista en la historia. Por eso y por otras muchas razones (una exquisita banda sonora compuesta e interpretada por el guitarrista Richard Thompson) quizá nadie debería perderse uno de los mejores documentales del año, ganador del Primer Premio (en su categoría) en el Festival de Sundance 2005.

PD: Se me olvidaba añadir, primero que éste no es el último trabajo de Herzog, pero sí es, cronológicamente, el último estrenado entre nosotros. Recientemente, y gracias a la excelente acogida de Grizzly Man, se ha estrenado The White Diamond, película anterior, en la que Herzog vuelve a ese personaje extremo y aventurero. Y lo segundo es que cualquier cosa que queráis de Herzog está en esta página: http://www.wernerherzog.com/main/index.htm

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